Opinión

Herzog visita la cueva de los sueños

Para los amantes del cine y de la paleontología una recomendación: "La cueva de los sueños olvidados", el último trabajo del director alemán Werner Herzog. Un precioso documental para National Geographic sobre la cueva francesa de Chauvet. Lo curioso es que hace dos años, cuando Herzog filmó las pinturas rupestres, éstas eran las más antiguas de Europa, pero ahora, según han descubierto unos científicos, son anteriores las del Norte de España: Altamira y El Castillo.
La cueva de los sueños olvidados, último trabajo de Werner Herzog, es más que un documental sobre pinturas rupestres. Es una experiencia sensorial a la que se llega con la ayuda de la tecnología 3D. Durante hora y media nos sumergimos en una cápsula del tiempo, en la cueva de Chauvet, en la región de Ardèche, en el sur de Francia. Este "santuario" en el que nuestros antepasados dejaron su rastro hace más de 30.000 años, permaneció sellado durante milenios debido a un derrumbe en la entrada. Sus más de 400 figuras –casi todas de animales- no "saldrían a la luz" hasta 1994, cuando tres espeleólogos -uno de ellos, Jean Marie Chauvet- las descubrieron.

Las imágenes se acompañan de una cavernosa voz en off, en inglés: la del propio Herzog, que recuerda al profesor Van Helsing de Drácula, por su peculiar acento alemán. Aporta una interesante visión de la "no ficción" a partir de la construcción clásica de un relato, con un remarcado prólogo -a partir de un travelling entre viñedos- y un sorprendente epílogo, con un cocodrilo albino y su siniestro doble o döppelganger.

Herzog nos hace partícipes de las complicaciones técnicas y de ciertas "reglas del juego" a la hora de entrar en la cueva, como las restricciones de las autoridades, o los problemas de toxicidad para respirar en algunas áreas. No obstante, también nos involucra en felices soluciones, como la ocurrencia de colgar la cámara en una pértiga para acercar el objetivo a recovecos a los que no se puede acceder debido a la lógica prohibición de abandonar la pasarela para no pisar el suelo aún virgen.




Arriba: mano hallada en el recinto de acceso superior (esta entrada también  acabaría derrumbándose). Podría ser la mano mágica de un chamán. En el centro, W. Herzog y su equipo. Dcha. Decoración "puntillista".  Abajo: hermosos  caballos galopando y "leones de las cavernas" (sí, existieron en Europa)

Si bien se afirma que las pinturas rupestres de Chauvet son las más antiguas descubiertas hasta la fecha (en torno a 32.000 años), esta situación ha cambiado en apenas un mes; unos investigadores han anunciado –en la revista Science- que son anteriores las del norte de España, como las de la cueva de El Castillo (alrededor de 40.000 años) y las de la famosa cámara policromada de Altamira (por lo menos 35.000 años de antigüedad). Las españolas serían, por tanto, las más antiguas de Europa. En esta ocasión los científicos han analizado los isótopos de uranio de las estalactitas sobre las que aparecen las figuras, en lugar del tradicional método del carbono 14, que no sirve para datar con la misma precisión este tipo de pinturas.


A la izqda,  dos bisontes confrontados en la cueva de Chauvet. A la dcha, escena parecida en Altamira

Parece innegable, no obstante, la modernidad de las composiciones de Chauvet. La prevalencia de los tonos grises, y el caos ordenado, recuerdan a Picasso y a Braque.


Izqda. Rinocerontes en Chauvet. Centro, Violin and cand, (Braque). Dcha. Guernica (Picasso)

Más indicios de modernidad en Chauvet: una enorme estalactita aparece decorada con un bisonte que comparte extremidad inferior con una diosa de la fecundidad o "madre tierra". De esta deidad sólo está representado el bajo vientre –se reconoce el triángulo púbico- y las piernas, en una postura similar a la estatuillas como la Venus de  Willendorf. Increíblemente, recuerda a los minotauros (con mujeres) de Picasso.


Dora y el minotauro (Picasso) y a la dcha. un bisonte abrazando las piernas de una mujer, en Chauvet

Y el colmo: algunas figuras parecen "protocine", como diría Herzog. Los cuernos multiplicados del rinoceronte, o las ocho patas del animal de al lado, hacen que nos planteemos su finalidad: ¿conseguir movimiento como en el arte futurista, multiplicidad como en Las lanzas de Velázquez, tal vez sólo es un "pentimento", como en Goya?




Arriba, rinoceronte (Chauvet) y El caballero rojo del futurista C. Carrá. Abajo, fragmento de La rendición  de Breda, de Velázquez, y El Cacharrero, de Goya (se ve la rectificación o pentimento de la rueda trasera)