Opinión

Compostela connection / Por Pepo Paz

Hanna, Niki y Sophie en León, camino a Compostela
photo_camera Hanna, Niki y Sophie en León, camino a Compostela

Niki recorre el camino con sus dos hijas, Hanna y Sophie. Ayer me las tropecé en León, delante de la fachada de San Isidoro. Viajan las tres solas en compañía de un perro.

Duermo en una aldea cerca de Samos (Lugo). Anoche lo hice en el Hospital de San Marcos, en León. De la capital leonesa hasta Astorga he seguido el trazado de la vieja N-120: Trobajo, la Virgen del Camino, San Miguel del Camino, Villadangos del Páramo, Puente y Hospital de Órbigo, San Justo de la Vega...; fuera autopistas de peaje. En el trayecto he recordado, con cierta melancolía, una cena tardía con Antonio Gamoneda en el restaurante El Peregrino, en la Virgen del Camino, hace años. También kilómetros a pie, agotadoras jornadas caminando por la vega del Orbigo hasta alcanzar, con las botas, el polvo rojo de la Maragatería. El horizonte de montañas de pizarra al fin.

 

Nunca he escrito sobre el Camino a Compostela. No surgió la oportunidad o, tal vez, puede que se trate de un cierto compromiso acarreado en silencio desde aquella lejanísima bendición del peregrino recibida en mayo de 1991 en la iglesia de Roncesvalles, ante los ojos de testigos desconocidos. Una especie de pacto personal con el Camino. Un pacto sin documentos. Recuerdo, eso sí, cuando un avispado redactor-jefe me pidió que escribiera un artículo sobre famosos que hubieran realizado el camino a Compostela para un número especial de su revista en un año jacobeo. Seguramente si me hubiera querido insultar no hubiese encontrado mejor manera de hacerlo. Pero era simple torpeza, no mala intención. Seguro.

 

Puede que el Camino a Compostela haya sido el viaje más íntimo de los que nunca haya emprendido. Por eso, precisamente, la desgana a la hora de escribir sobre él. Se agolpan ahora rostros, paisajes, piedras, luces y sensaciones. Amigos que continúan ahí pese al peaje de los años. Otros que se fueron para siemprre. Caras que se desvanecen en la resaca de la memoria. Nombres de localidades grabadas en ella que resurgen, de golpe, al circular ahora por aquella carretera depauperada, repleta de pueblos que languidecen, de naves industriales de las que cuelga el cartel de "se vende", de árboles en los que brota con fiereza la primavera.

 

Todo viene a cuento por culpa de un encuentro inesperado. Sábado, media mañana, frente a la colegiata de San Isidoro. Una mujer de rostro castigado por el sol y el aire abraza con ternura a un bebé. A su lado, calada con un gorrito que esconde a duras penas los rizos rubios, una niña de pocos años juguetea con un yogur. Frente a ellas dormita un can y, al frente, reposa un carrito doble cargado con esterillas y ropa. Me acerco a ellas, curioso. Les pregunto si hablan inglés. Lo importante del Camino son sus gentes. Niki responde que sí, encantada. Son irlandesas pero viven en Austria. La niña que tiene en su regazo tiene siete meses y se llama Sophie. La mayor, dos añitos. Wie heisst du? Se llama Hanna. El verdadero Camino comienza en Compostela. Recuerdo ahora a Kepa y Txema, hijo y padre, compañeros de andanzas de aquel primer Camino a Santiago. Cómo estrecharon lazos durante el mes que duró su viaje. A veces fantaseo con los mios sobre la posibilidad de emprender la ruta en bicicleta. La niña dice que yo la lleve a ella. Él se ofrece a pedalear por su cuenta. Me gusta fantasear sobre imposibles.

 

Llamo a Mª José y le comento, con cierta excitación, mi encuentro en San Isidoro. Me cae una reprimenda: no le parece una buena idea lo que hace esta mujer. A mi no me parece tan mala idea: es una aventura. Agotadora, pero aventura a fin de cuentas. Con los riesgos muy controlados y en una época de climatología más o menos soportable. Y las niñas no pierden cole, son muy pequeñas- Debe de ser porque sólo soy padre, no madre. Las dudas me hacen reflexionar: ¿qué quedará en la memoria de la pequeña Hanna dentro de dos o tres años? ¿algo? ¿nada? ¿sobrevivirá su recuerdo gracias a un montón de fotos almacenadas en una memoria usb que tal vez algún día encuentre entre las escasas pertenencias de su madre o en una imagen enmarcada que las acompañe allá donde vivan?