Opinión

La fascinación del abismo. Vértigo y San Francisco

Esta última entrada está dedicada a "Vértigo", de Hitchcock. Recorreremos algunas localizaciones de San Francisco, y veremos la relación de la película con el mito de Tristán, el amante de Isolda. Un análisis del que también se ocupó el filósofo Eugenio Trías, recientemente desaparecido.
Después de dedicar dos entradas a la revisión de "figuras del destino" como Parsifal y Lancelot, quedaba pendiente el enfoque contemporáneo de un tercer arquetipo medieval: Tristán. Precisamente hace apenas dos meses saltaba la noticia de la muerte del filósofo Eugenio Trías, el autor que mejor relacionó el mito del caballero enamorado de la joven Isolda con la trama de la película Vértigo (A. Hitchcock, 1958). El ensayista catalán en su libro Lo bello y lo siniestro (1982) se refería a la influencia "tristaniana", apoyándose, entre otras obras, en Hitchcock contra Tristán de Barthélemy Amengual, sin olvidar a Orfeo y Pigmalión como fuentes de inspiración. Años después, en Vértigo y pasión (1998) Trías profundizaría en la parte simbólica.

Revisamos algunos aspectos que enlazan el mito wagneriano con el film protagonizado por James Stewart y Kim Novak. En la leyenda medieval, la princesa irlandesa Isolda, y Tristán, sobrino del rey de Cornualles, viajan por mar y para saciar su sed beben lo que a simple vista parece una copa de vino, aunque en realidad, se trata de un filtro mágico que cambiará sus vidas. Su voluntad quedará anulada frente al amor-pasión. Hallamos elementos comunes con el film de Hitchcock, como el destino, los "bebedizos" y la naturaleza (espacios como el mar y el bosque).


Izq.: Tristán e Isolda toman la copa de vino-filtro mágico. Dcha.: Madeleine y Scottie toman un café

En Vértigo, el primer encuentro físico entre ellos tiene lugar en la bahía de San Francisco, junto al Golden Gate, donde Madeleine (K. Novak) ha intentado suicidarse arrojándose a las frías aguas del Pacífico. Para reanimarla, "Scottie" (J. Stewart) la lleva a su casa y le prepara una taza de café; el primer contacto visual había tenido lugar en el Restaurante Ernie´s (recreado en estudio, pero que existe en San Francisco, en Montgomery St.). Él la observa desde la barra mientras toma una copa.


Arriba: "Scottie" Ferguson ve por primera vez a Madeleine en el Restaurante Ernie´s, en San Francisco

Respecto al bosque de la leyenda, en el que se cobijarán Tristán e Isolda, encontramos en Vértigo un bosque de secuoyas, en el condado de Marín (California).


Arriba: fotogramas de Vértigo: agua y bosque. A la izqda. recogiendo el cuerpo inerte de la suicida. Abajo: fotogramas de Solaris en sus dos versiones (A. Tarkovski, 1972 y S. Soderbergh, 2002). Kelvin, el protagonista sostiene el cuerpo de su esposa suicida, Harey

Seguimos con los paralelismos y recurrimos al libro de Victoria Cirlot, Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa medieval. En su apartado sobre Tristán, relata: "Después de acceder al orden caballeresco (…) de vuelta a Cornualles, se rebela contra la situación humillante en la que se encuentra el país de su tío, sometido a pagar tributo. Saldrá victorioso del combate, pero con una herida envenenada en el muslo, que convertirá a Tristán en un ´sorchhafteman´". De igual modo le sucede a "Scottie", detective de policía y defensor de la ley y el orden: a partir del accidente relacionado con el vértigo que padece –como la herida tristaniana-, se convertirá en un hombre cuyo "estigma" determinará los acontecimientos posteriores.

La leyenda medieval continúa con la separación de los amantes después de que el rey Marc -tío de Tristán y esposo de Isolda-  les descubra. Sin embargo, llevado por su obsesión, el joven caballero construye una estatua de Isolda, y se casa con una dama de igual nombre. Algo similar ocurre en Vértigo: el detective "Scottie" trata de recrear a Madeleine a partir de Judy –le tiñe el pelo, le pone un traje idéntico-. Es su doble perfecta. De nuevo Tristán recibirá una herida envenenada. Solo Isolda podría salvarle, pero no llega a tiempo. El final no puede ser más trágico para los dos amantes, que prefieren "el estar juntos sobre el estar vivos"; un amor-pasión que también encontramos en Solaris (A. Tarkovski, 1972), otra película que fascinó a Eugenio Trías, y que definió como "una alucinación de imágenes".


Fotogramas de Solaris y Vértigo. Eros y Tanatos reflejados en el espejo: entre el gozo y el tormento

En Solaris encontramos una mujer suicida que "resucita", e igual que en Vértigo, hallamos obsesión, duplicidad y elementos simbólicos que ayudan a dar la clave; se trata de los espejos, una especie de "realidad fraudulenta" que –en el caso del film de Hitchcock- quedará al descubierto cuando Judy confiese el engaño. Por su parte, Kelvin, protagonista de Solaris, sufre una especie de alucinación y se reencuentra con Harey su mujer muerta varios años atrás, y que ahora se ha convertido en una "visitante". Los deseos se transforman en imágenes de personajes ilusorios.

En Vértigo, la ciudad de San Francisco con sus empinadas calles, se convierte en un plató de excepción. Aparece el Museo de la Legión de Honor, el hotel McKendrick y el Empire. A las afueras -ya lo hemos citado- el Golden Gate y el bosque de secuoyas del condado de Marín. Sin embargo, la ruta de Madeleine no estaría completa si no mencionáramos dos localizaciones más: la Misión Dolores, donde se sitúa el cementerio de ficción en el que se encuentra la lápida de Carlotta Valdés, y la Misión de San Juan Bautista, a la que se añadió –mediante un trucaje visual- un campanario que pudiera cobijar a la famosa escalera en espiral.    


La Misión Dolores (izquierda) y la de de San Juan Bautista (centro). A la derecha, primera página de Lo bello y lo siniestro, con una dedicatoria de Eugenio Trías que conservaré como un tesoro.